Un suceso inesperado

Presentación:

Mi nombre es Antonio Alarcón «Curruco«, de un pequeño pueblo perteneciente a San Roque (Cádiz), y soy un entusiasta de la pesca desde que tengo uso de razón.
Hace unos cuatro años que conocí la modalidad pesca en kayak y me hice con uno, en un principio mis salidas eran en solitario y prácticamente desde el primer día se limitaban a jigging puro y duro, técnica que conocía bastante desde embarcación, pero que nunca había intentado antes desde un kayak. Tenía clarísimo desde primera hora con que rivales quería combatir así que no me lo pensé dos veces y me hice al agua. En mis primeras salidas tuve varios combates épicos, pero no llegaban a cuajar, no conseguía subirlos a bordo, intentaba tocar puntos en los que creía que podía haber peces, a veces desplazándome cientos de kilómetros para una salida.

Un día mi padre me dijo: “¿para qué te alejas tanto? igual los peces que buscas no están tan lejos”, y me mencionó una zona a la que mi abuelo solía ir a pescar para llevar el pan a casa, tras planificar una salida por aquella zona y cargar todos los bártulos en la furgoneta, me dispuse a salir desde la playa.

Eran las tres, estaba totalmente metido en la sonda, el fondo era abrupto, y marcaba actividad, suelto el jig, varias veces, y en una de ellas cuando vengo casi a media agua la caña se dobla y veo a mi rioby safari sacando hilo, es bueno, tras unos minutos veo asomar el lomo pardo-dorado de un falso abadejo precioso, de unos 6,5 kilos, que por fin hacía que mi kayak se llenase de escamas.

Ese día sin saberlo había descubierto un filón de oro, no solo porque había conseguido unas buenas marcas que a la postre me reportarían infinidad de capturas, sino porque además, saliendo a pescar a estas marcas fue como conocí a mis habituales e insustituibles compañeros de pesca, fundadores del Club Estepona Kayak Pesca (ESKAPE) y dentro de este club, el conocido “Team Fatigays” compuesto por 6 miembros del mismo, Raúl, Paly, Poper, Frasco, Pablo y el que suscribe.

Con ellos, he llegado a entablar una verdadera relación de amistad y he vivido momentos en el mar que jamás hubiese ni siquiera imaginado. A algunos de ellos ya los conocéis por haber publicado en Peskama, pero me gustaría reflejar los nombres de todos los que han hecho posible estos dos años de increíbles capturas, porque cada uno aporta su granito de arena. Por otro lado saludar al resto de compañeros del club ya que somos muchos y muy buena gente.

Aquel día salí solo, algo que no hago habitualmente, iba a pescar dentones con cebo vivo, una técnica de pesca de las que más utilizo a día de hoy. El único problema era que un safio había acabado con dos de los peces que tenia guardados en el vivero, y aunque no me gusta el cebo muerto, me llevé esos dos cebos, ya que quería reservar el resto para otro día. Serian las 2 de la tarde y ya estaba en las marcas más alejadas, nada más llegar vi como el agua hervía, aunque hacia un poco de viento se podía ver como el agua se movía por la remolcada de grandes peces y deduje que eran atunes y viendo que estaba solo me cambie a otra marca a unos 700 metros d distancia, desde allí mande un mensaje al grupo diciéndoles que había visto atunes. Y continúe con mi tarea tediosa de intentar pescar un dentón.

Dos horas más tarde, harto de hacer derivas sin rastro de ningún pez, volví a cambiar de zona y me fui otra vez a la primera marca, varias derivas después cuando saco el cebo me doy cuenta que está fatal, viene tan destrozado por la morralla que lo tengo que reparar con hilo de licra para darle forma, y decido hacer un par de derivas más con el cebo que parecía un kebab, ya que quería esperar al atardecer para poner el segundo cebo que me quedaba.

Eran las 16:20 y estaba terminando de hacer la segunda deriva con el kebab, ya me había salido de las marcas, y estaba pensando “con esta carnada qué voy a coger«, conforme subía el aparejo lentamente para que no se destrozase más, de pronto, a unos 20-25 metros del fondo, noto una fuerte embestida, seca y me quedo parado, pensando “¿qué es esto?”, clavo con toda mi alma y me pega una corrida que casi me vacía el carrete. A su vez el kayak pone proa a mar abierto y empieza a arrastrarme sin compasión, en las primeras carreras el animal me tiene al límite… No sé si cortar la línea o seguir arriesgándome, a veces sube solo y me deja recuperar casi toda la línea, incluso hasta llegar a meter el bajo dentro del carrete pero cuando ve el casco del kayak vuelve a correr y a maltratarme sin miramientos.

Es entonces cuando decido hacer uso de un as que tengo en la manga, llamo a un barco de apoyo y viene a ayudarme. La primera hora en la que estoy solo en medio del mar, cara a cara con él, a veces pienso “esto no es ni agradable”. El animal me arrastra unas dos millas y me da una briega impresionante, mi desgaste físico es brutal y no sé cuánto tiempo voy a tener que estar para cansarlo, el animal se queda nadando entre los treinta y los cuarenta metros y no hay quien lo suba, solo me puedo dejar llevar y aguantar los envites del bicho.

Fue cuatro horas más tarde, cuando el animal me deja ver su color, es gigante, está a unos 5 metros del kayak y no doy crédito. Lo consigo tener nadando junto al kayak una media hora, viéndolo, casi tocándolo, y es cuando me subo al barco de apoyo, porque desde el kayak no habría conseguido jamás hacerme con la captura. Finalmente después de cuatro horas y media de combate lo saco a la superficie casi rendido, y aunque conseguimos embicherarlo por la boca, el animal saca sus últimas fuerzas, y consigue romper el bichero y volver abajo, diez minutos después mi línea no aguanta más el desgaste y revienta. Finalmente me ha ganado la batalla, pero ya estoy preparando la revancha.

Ahora os dejo con un vídeo para que os deleitéis con el combate y podáis comprender los momentos que me dejó grabado este animal en el cerebro. Creo que he contraído una enfermedad desde entonces (atunitis), ahora mi forma de ver la pesca en kayak ha cambiado, a pesar de que el año 2013 había empezado batiendo todos mis records de capturas, con grandes meros, samas, y algún que otro esquivo dentón, jamás hubiese pensado que iba a doblegar un atún de casi 2 metros desde una embarcación de este tipo.

Para finalizar me gustaría dedicar este artículo a mi mujer y mi hijo, que son los que aguantan el tiempo que les quito para dedicárselo a este bello deporte. Y dar gracias a Arturo caballa y toda la familia de Peskama por acogerme.

Antonio Alarcón «Curruco» (Eskape)
©PESKAMA2014