¡Clava Fernando, clava!

Y de pronto, el silencio se rompe, ¡¡¡clava Fernando, clava…!!!

Las especies que aquí habitan no dan tregua, estamos según palabras de Juanjo en “El mejor pesquero de Europa”. Cierto, el mejor, pero también el más exigente, bajo el casco de nuestra embarcación hay auténticas bestias que no nos van a dar tregua una vez se sientan prendidas de nuestro “assist”.

Esta expedición se fraguó días atrás cuando Arturo y Yo recibíamos, de la mano de Víctor y de su hermano Juanjo, la invitación para pescar a bordo del “Zurazu” en aguas del Estrecho de Gibraltar. En principio éramos cuatro los tripulantes, pero al final también contamos con la compañía de Fernando, otro gran pescador y compañero de aventuras de Víctor y Juanjo. Estos tres “monstruos” de la pesca tienen como palmarés personal nada más y nada menos que el haber pescado los “Siete Mares” del mundo y haber luchado contra especies tan poderosas como los Dorados del río Paraná o contra los inigualables y luchadores Atunes “Dientes de Perro”. Tres profesionales del Deep Jigging que iban a poner en práctica antes nuestros ojos técnicas de pesca importadas en exclusiva desde los lejanos Trópicos.

De camino al pesquero, todo un arsenal se despliega antes mis asombrados ojos, kilos y kilos de plomo convertido en preciosos y enormes jigs hacen bailar mis pupilas. Cañas y carretes de renombre son armados con precisión milimétrica, trenzados y bajos son unidos mediante nudos capaces de aguantar los envites de bestias que van a poner a prueba todo el material y que van a sacar partido del más mínimo error para zafarse de nuestra trampa y volver a “su mundo” allá en la oscuridad del abismo.

Esta vez no era necesario madrugar, las horas más propicias para pescar eran las posteriores al mediodía, aprovechando “la vaciante”. Embarcamos en el “Zurazu” a las 11,00 de la mañana y tras repostar en Gibraltar nada más y nada menos que 500 litros de diesel, que alimentasen los 350 caballos que nos iban a permitir “cabalgar” sobre el Estrecho, pusimos rumbo al pesquero para pescar los veriles de las enormes montañas sumergidas que allí se encuentran.

El agua “plato”, una ligera brisa de levante y un coeficiente de marea muy bajo no auguraban nada bueno para este día de pesca. Es entonces cuando vía radio tenemos noticias de “El Natilla”, un barco de pesca patroneado por Juanma, que están tocando pescado a un par de millas de nuestra posición.

Nos dirigimos a toda máquina hasta ellos y como si de un batallón de combate se tratase, todo el mundo toma su caña para comenzar a pescar, todos menos yo. Arturo me ha aleccionado durante el viaje para que observe cómo se trabajan “jigs tradicionales, inchikus y kaburas”, para que vea como se turnan los pescadores en un continuo movimiento de rotación por la cubierta para no enganchar líneas y señuelos entre ellos.

Tras unos instantes de observación la tripulación me invita a pescar, así que tomo la caña que para la ocasión Arturo me tiene reservada, una shimano jigwrex de 50 libras armada con un Ryobi Safari, que a su vez alberga un trenzado de 0.35 mm con un bajo de 60 lb y de cuyo extremo pende anudado un “sea Rock” de 300 gr mediante un “Bristol Modificado” y comienzo a darle acción. No es nada fácil hacer que un señuelo de 300 gr baile a 100 metros de profundidad, el brazo derecho lo “canta” en pocos minutos, nadie dijo que fuese fácil.

La tara del freno ha de ser muy precisa pues ante una titánica lucha como las que aquí se producen, si ésta no es la correcta podemos perder la pieza en cuestión de segundos. Si se tara el freno en demasía podemos partir la línea y si por el contrario es insuficiente, el pez saca metros y metros de trenzado sin cansarse y puede rozarlo con las piedras del fondo hasta romperlo o bien puede destensar tanto la línea zafándose del anzuelo y perdiéndolo igualmente.

Con la “vaciante” comienza la actividad y no tarda en subir a bordo un jurel de un kilo de peso (no pensaba que pudiesen alcanzar ese tamaño) que delata la entrada de “pasto” y con suerte los predadores que los persiguen.

No mucho tiempo después viene la primera buena pieza, Juanjo ha clavado algo de buen tamaño y está luchando para subirlo a bordo, expectantes le animamos, pero sabedores que estos predadores van en grupo seguimos pescando por orden expresa de nuestro patrón Víctor.

Mientras Juanjo trata de poner en seco una preciosa sama de unos 6 kg el que aquí escribe clava su “sea rock” de 300 gr en una roca, ¿roca?, de repente la roca cobra vida y empieza a arquear mi caña, un par se cachetes para asegurarla y comienza la pelea, el animal se siente prendido y comienza una carrera que pone a prueba el freno del carrete, saca metros de trenzado sin esfuerzo aparente. La expectación es enorme todos saben que he cogido algo grande, como por arte de magia alguien me coloca un cinturón de combate mientras yo tan sólo puedo sujetar la caña a “dos manos” y cuando deja de sacar línea comienzo a bombear, toda la tripulación me aconseja pues se trata de mi primera gran captura y yo sigo sus instrucciones al pie de la letra. Una nueva carrera pone fuera del carrete los pocos metros de trenzado que tanto me ha costado recuperar. No es un pez, es el mismísimo Diablo reencarnado que quiere llevarme con él. La segunda carrera cesa y es ahora cuando comienzo a bombear sin pausa, apenas me separan 100 m de distancia de mi “trofeo” pero parecen 100 km. Mis brazos echan fuego, cada vez me cuesta más dar otro tirón, pero reluciendo de costado aparece bajo el agua “mi pez” y la euforia hace que todo el cansancio desaparezca.

Víctor le mete el bichero y sube a bordo una enorme sama, el “barco se hunde”, mis compañeros se abalanzan sobre mí para felicitarme, yo no soy consciente de lo que he pescado. Más tarde 16,500kg en la balanza harán que baje de mi nube y tome consciencia de la pieza que acabo de pescar.

Las picadas no cesan y no paran de subir a bordo peces, algunos voraces, otro jurel kilero, un pargo de 3 kg y varias picadas fallidas. Todo marcha sobre ruedas y aprovechamos para hidratarnos con un refresco mientras los jigs bajan. No hay tiempo ni para comer, hay que aprovechar la vaciante pues después tendremos que esperar la pleamar que “mueva” de nuevo el pescado. Tras un tiempo de espera en ausencia de picadas aprovechamos para tomar un bocado y un refrigerio mientras se revisan señuelos y bajos ya que la ”vaciante” es muy propicia para enganchar en el fondo y tras la ágil maniobra que nuestro patrón hace para desenganchar los señuelos, en muchas ocasiones hacen que los bajos queden muy tocados por el rozamiento con las piedras del fondo. Por ello hay que cambiarlos antes de volver de nuevo a la acción.

Ahora intentamos aprovechar la pleamar y nuevas picadas, esta vez más espaciadas nos traen de manos de Fernando una preciosa “Sama Pluma” bien entrada en carnes, unos 4 kg aproximadamente, que lucha sin cesar pero que debido a su maestría no tarda en subir a bordo.

Otra nueva picada en la caña de Juanjo, la incertidumbre nos hace apostar qué especie es esta vez. De repente asciende un extrañísimo pez bautizado al unísono como un “Punky”, no es para menos es un “Pez de San Pedro” cuya morfología le da un cierto aire cómico.

El que escribe, fiel a su “sea rock”, sigue moviendo su señuelo en ausencia total de picadas, pero sin perder la fe ya que gracias a él he cobrado una buena pieza. La monotonía de los lances empieza a apoderarse de mí, debido al cansancio que sufro debido a la falta de costumbre, esta técnica requiere un aguante único. Pero es entonces cuando de nuevo siento una enorme picada, clavo sin pensar, automáticamente y una nueva lucha comienza, esta vez no estoy seguro de salir victorioso ya que mis fuerzas menguan y mis brazos están ya muy resentidos, aún así saco fuerzas de dónde puedo y comienzo a pelear, el mundo se detiene absorto en la picada me concentro lo máximo posible para no perder el pez y tras una buena lucha, una preciosa sama macho de 10,500kg emerge de costado, “bichero en mano” Víctor la iza a bordo, y se repite la misma escena, mis compañeros enloquecen y las felicitaciones me llueven a mares. Es bonito ver como lejos de sentir envidia, todos se alegran de mis capturas, porque en realidad son suyas ya que sin su ayuda jamás hubiesen sido posibles.

Cuando ya casi estamos pensando en partir, Fernando decide poner la guinda final y clava algo gordo, expectantes animamos a Fernando, me gustaría que lo vieseis “clavar”, da literalmente miedo, no duda un segundo en asegurarse que el “assist” penetra en la boca de su presa. Su caña se arquea y todos vitoreamos lo que seguro que es una gran captura, sabedor de la técnica que ha de emplear no da tregua a “su pez” y bombea sin parar hasta subir un precioso “Mero Dentón”. Saltamos, gritamos, chocamos su mano, ¡qué emoción! La balanza se posiciona en 8, 400 Kg.

Increíble, la cantidad, la calidad y la variedad de especies que hemos pescado, con la sonrisa en la cara y sabedores del trabajo bien hecho decidimos volver a puerto, no sin antes suceder otra de tantas anécdotas que podremos contar de este día. Una mariposa, que intentando cruzar el estrecho en dirección a ”Nuestra Tierra”, va a dar, exhausta con sus alas en el agua, ante nuestra atenta mirada, para recordarnos que la vida a este lado no es fácil y que lo que para nosotros es un “Mar de diversión”, para otros es un “Infierno”. Un infierno en cuyas aguas, cada día se juegan la vida marineros, pescadores e inmigrantes, perdiéndola en el más absoluto anonimato pasando a ser meras “anécdotas” de cualquier informativo telediario.

De camino a casa, un último obsequio, Arturo hace unas llamadas y recibo las palabras de ánimo y apoyo de personas que aún no conozco, las cuales me transmiten un calor como si de amigos de la infancia se tratase, Miguel “Sir Owen’s”, Edu “Raspacejo”, Josu “Txubascos”, el padre y la esposa de Arturo «Caballa». No sé expresar con palabras lo que siento en esos momentos, el “vello de punta” y un nudo en la garganta, dos sensaciones que sólo se tienen cuando alguien llama a la puerta de tu corazón.

Gracias a todos los que habéis hecho posible esta experiencia, también a los que sin estar conmigo compartís el mismo barco, gracias por vuestra ayuda desinteresada y como no por la amistad a prueba “de balas”.

Un saludo a tod@s.

Fermín Garrido, ©PESKAMA2011