Tras la lubina al curricán en los bajos de arena

Mi intención con este artículo es la de ayudar a todos esos compañeros  que quieren probar suerte con la pesca  al curricán y en especial a aquellos que tienen intención de dedicar sus salidas a  buscar expresamente a la lubina (Dicentrarchus Labrax) o robalo como nos gusta llamarle por nuestras costas andaluzas .

Para que el localizarlas desde el kayak no quede a expensas de la diosa fortuna, haremos un repaso por algunos de los aspectos claves que debemos de tener en cuenta  a la hora de plantear una salida de curri tras los pasos de la reina de la rompiente.

No es mi propósito desmenuzar todas aquellas zonas del litoral querenciosas para la lubina, sino detenerme en una zona concreta donde me centro en buscarlas, en los llamados bajos de arena.

Mi experiencia como spinner siguiendo a los robalos en innumerables salidas por  el litoral onubense, caña en mano y calzando vadeadores,  ha resultado clave para tener éxito con las lubinas y sus primas las bailas desde el primer momento en que decidí pasarme por completo a la pesca en kayak, por cierto, bendita la hora .

 El hecho que dio pie  ya hace algunos años a cambiar  mi forma de actuar siempre que fuera tras la lubina, y que actualmente sigue siendo la esencia de mis jornadas de curri, no dejo de reconocer que tuvo mucho de «suerte». Me encontraba una fría mañana de invierno amaneciendo encima de las rocas de un espigón onubense lanzando sin descanso mis señuelos a lo largo de toda su longitud, las bailas y algún que otro robalo que solían dar la cara ese día no daban señales de vida. Con los músculos entumecidos por los lances y el frío aguanté hasta el mediodía, momento en el que creí que ya estaba bien la jornada por hoy. En ese momento me encontraba encima de las rocas que marcaban el inicio del espigón, como aproximadamente habría 1,5 m de profundidad, mis lances iban dirigidos paralelos a la orilla y en diagonal hacia dentro buscando algo más de profundidad, cuando me dio por realizar un lance en dirección  al rebalaje  de las olas, de hecho la yo-zuri  que estaba empleando lo primero que tocó fue tierra y no agua. Empecé a recoger y cuando la muestra nadaba en poco más de una cuarta siento como si enganchara en roca, pero, ¿qué es esto? pensé, si aquí no hay enganches,  rápidamente comprobé que esos cabezazos no los daba ninguna piedra, sino un señor robalo. De esta forma me encontré con mi primera lubina que pasaba la barrera de los dos kilos bajo mis pies, 3 kg para ser exactos. No me lo podía creer, ¡si donde picó apenas le cubría el lomo! Todavía perplejo seguí insistiendo en esa zona cuando al poco zassss, otra ¿piedra?, no señores otro hermoso ejemplar de dos kilos que también andaba de caza en medio metro de agua.  En el camino de vuelta a casa con una sonrisa de oreja a oreja que me duró varios días, fui analizando las circunstancias de esas maravillosas  capturas, llegando a una conclusión que aunque ya  había escuchado antes, hasta que no me sucedió no me convencí de hasta qué punto llega a ser real: ¿Robalos y encima  grandes con  poco agua? Sííí.

Estas son algunas de las capturas que me animaron  a centrarme en buscarlos en zonas poco profundas, pero con el paso del tiempo esas primeras conclusiones que saqué aquella inolvidable mañana de invierno, a base de echarle horas a pie de costa primero y encima de mi kayak después, se han ido completando con otras que recogen aspectos que también  determinan el éxito o no de la pesca de la lubina  en los bajos de arena.

En un primer lugar debemos localizarlos, para ello nos será muy útil la sonda que cada día más kayakeros  llevamos instaladas en nuestras monturas, aunque sin ella también somos capaces de hacerlo. Para ello hay que ser un poco observadores y tratar de buscar zonas donde las olas aumenten de tamaño incluso llegando a romper, todo esto puede suceder alejados de la orilla hasta centenares de metros. Si observamos este fenómeno, no cabe duda que en ese lugar hay una disminución considerable de la profundidad, y que al ser batida por el oleaje se convierte en una despensa sin llaves donde nuestras amigas de la espuma se sirven a sus anchas de moluscos y crustáceos que quedan al descubierto con el batir de las aguas, además de encontrar pececillos que entre la espuma  quedan a  su merced.

 

Si el bajo localizado está influenciado por fuerzas opuestas entonces habremos encontrado un posible filón. Este hecho puede estar ocasionado por diversos aspectos:

• Zona donde confluyen las aguas de una ría y las del mar.
• Bajos donde en función del viento reinante, se puedan producir choques entre las olas que van hacia la orilla y las originadas por el viento.

Una vez que hayamos dado con un posible pesquero, tenemos que decidir cuándo atacarlo.

De todos es sabido que el amanecer y el atardecer son dos momentos en los que la lubina se muestra especialmente activa, pero cuando las busquemos en los bajos, por encima de este aspecto, tenemos que planificar nuestras salidas para que coincidan con los momentos en que la marea provoca que la zona esté más movida por las olas al tener ésta menos agua. Por tanto, sería una buena elección el desarrollar nuestra salida al curri en estas aguas entre las 2 últimas horas de bajada y las dos primeras de subida aproximadamente.

Respecto a las épocas del año más propicias para su pesca, deciros que  aunque en los buenos pesqueros  las lubinas  se den en las 4 estaciones,  sin duda es el invierno donde tendremos más posibilidades de hacernos con capturas importantes en talla.

Con el frío tenemos la ventaja de poder realizar buenas pescas sin tener que supeditar las salidas a los madrugones, nos fijaremos más en las horas buenas de marea antes citadas. Por el contrario, durante el resto de estaciones es aconsejable planificar las salidas siempre y cuando el amanecer  y el anochecer estén dentro de esas cuatro horas mágicas en las cuales los bajos nos regalan todos sus encantos, convirtiéndose esta premisa en obligatoria durante el verano, mostrando en la época estival una mayor actividad  sobre todo al amanecer.

Si planificamos las jornadas en el pesquero adecuado cuando éste reúne las condiciones que propician los momentos frenéticos de nuestra amiga, no será extraño hacernos con buenas pesqueras de robalos y bailas. Pero no debemos olvidar que como en todas las técnicas de pesca que empleemos, el  mejor de los secretos es la insistencia.

Todas estas capturas se realizaron en distintos bajos de arena y en jornadas de curri que van entre las tres y las cinco horas de duración.

En cuanto a los señuelos utilizados , obviamente serán aquellos que cubran la capa de agua que va entre la superficie y  los 2 metros, pues tendremos que procurar no excedernos de este calado al navegar si realmente queremos descubrir las sorpresas que nos depara la pesca al curri en estas zonas.

Por lo general uso minnows de 9 a 13cm que profundicen poco, y los uno a la línea (monofilamento del 30) mediante pequeños emerillones  que evitan que se retuerza el hilo y a la vez no cambian la apariencia del señuelo. A veces al estar pescando cerca de rompientes  o directamente sobre ellas, nos encontramos con la desagradable compañía de las algas, momento en el que cambio el pez artificial  por angulones tipo raglou entre los 8,5 y los 11cm, pues con la ayuda de bombetas flotantes me permiten llevar los señuelos directamente sobre la superficie evitando en gran medida las molestas algas.

En lo que se refiere a colores empleados, soy amigo de utilizar siempre que la claridad de las  aguas me lo permitan, imitaciones cuanto más reales mejor (las imitaciones de boquerón de lomo negro y vientre plata y las de pejerrey con tonos verdosos son mis favoritas). Si por contra pescamos con aguas más tomadas, no tenemos que desesperar y saber que es el momento de aumentar los centímetros, de usar muestras con vibraciones marcadas y bolas en el interior, todo ello en muestras blancas, blancas-cabeza roja, flúor, naranjas, amarillas… si bien seguramente el número de capturas esos días será menor, no es extraño medirse en esas condiciones con algún buen ejemplar.

 

En cuanto a las cañas que utilizo son a la vez sensibles pero potentes, tienen acción 5-25lb, permitiéndome a la vez seguir la evolución de los señuelos al navegar y enfrentarme con garantías a grandes piezas que se puedan dar, concretamente son la Intrepid Boat  de Shakespeare en 1,85cm. Sé de un compañero que ha sacado embarcado con estas cañas corvinas de más de 20kg sin problemas. Es una verdadera todoterreno, tengo tres iguales y me sirven tanto para curri como para fondo o jigging ligero (hasta 80gr), y encima no son nada caras.

 

Por su parte los carretes que utilizo, no son expresos para curri (Daiwa Emblem x y Okuma Oryx) sino que más bien son de surfcasting, el porqué los utilizo , muy sencillo, porque desde el kayak varios carretes específicos de spinning de marcas de calidad han sucumbido al salitre, mientras que  estos modelos al ser más potentes y grandes sus mecanismos me han demostrado ser menos sensibles a la corrosión marina (un buen robalo que se escapó este verano por no poderlo trabajar bien con un Shimano 4000 Super GTM que andaba tocado tiene la culpa de la decisión). Tengamos presente que pescando al curri a diferencia del spinning, es preferible ganar en potencia de nuestros carretes aunque sea sacrificando la velocidad de recogida, al fin y al cabo con esta técnica nuestros señuelos cobran vida a golpe de  pala y no a golpe de manivela.

Soy de los que le gusta hacer curri con las dos cañas colocadas en proa, para así controlar en todo momento las posibles picadas y la evolución de los señuelos. Para todos aquellos que quieran colocar ahí sus cañeros es muy importante  medir bien el punto donde taladraremos nuestra embarcación, para ello,  previamente comprobaremos con nuestra acción de paleo (pala en mano)  y las cañas colocadas en los cañeros y fijándolos al kayak con cinta adhesiva, que no nos molesten ni líneas ni cañas al palear.

Para finalizar deciros  que un buen amigo mío y gran pescador me enseñó hace tiempo que para evolucionar como pescadores no tenemos que quedarnos únicamente con el disfrute de una buena  pesquera, sino que tenemos que analizar todos los aspectos que han podido influir en ella  para intentar repetir en futuras salidas. Poco a poco interiorizando este modo de actuar salida tras salida, iremos afinando y conseguir que el tener éxito a menudo en una determinada técnica, cada vez esté menos influenciado por el factor suerte.

No quiero terminar sin antes reflejar el honor que ha significado para mí esta primera colaboración en Peskama.

Saludos para todos.

Raúl Laglera «Raulubi», Noviembre 2008 ©PESKAMA2008