Con el frío que hacía…

No hay duda de que no hay frío que pueda con el calor que produce la pasión de la pesca en nuestros corazones, los corazones de los kayakeros, y a pesar de las bajas temperaturas ahí estábamos Boinajj y yo equipándonos para soportar de la mejor forma posible una jornada de pesca, en la que, al menos, el mar nos ayudaría con la aparente calma con la que amanecía…

En esta ocasión decidimos ir en un solo coche, y la cita era bien temprano para poder cargar todo el equipo y, lo más importante, sujetar adecuadamente los dos kayaks a la baca del coche para evitar desagradables sorpresas en el camino. Con nuestras embarcaciones aseguradas con todas las cinchas de las que disponíamos nos pusimos en marcha, eso sí echándole más de un ojo durante el trayecto…

La hora que tardamos en llegar al lugar en el que íbamos a pescar se hizo corta, tuvimos ocasión de recordar todos los momentos vividos durante el año 2008 y comentar todas las anécdotas que nos venían a la memoria. El cálido y animado ambiente que teníamos en el coche se borró de un plumazo al poner un pie en la playa… ¡el termómetro marcaba 1ºC!

Media hora más tarde estábamos ultimando los detalles que en un principio iban a protegernos del frío. Mi indumentaria estaba compuesta por una camiseta térmica, chaleco de neopreno de 2mm, traje de neopreno de 5mm, peto impermeable, cortaviento y chaleco. Para los pies calcetín de neopreno de 2mm y bota de neopreno, y para las manos guantes flexibles para palear cómodo y poder pescar a jigging sin tener que quitarlos. Finalmente mi típica gorra y en esta ocasión una protección de algodón para la garganta, con la que en determinados momentos podemos cubrirnos la cara.

Mientras Boinajj optaba por un traje de neopreno de manga larga de 7mm y el chaleco. Para los pies calcetines de neopreno de 2mm y bota de neopreno de 7mm., y para su cabeza su gorro de invierno. El maestro no usa nunca guantes. ¡Desde luego este Boinajj está hecho de una pasta especial!

El momento de introducirnos al agua fue un alarde de equilibrio para subirnos al kayak procurando mojarnos lo mínimo. El estado del mar nos ayudó a mantenernos casi secos, con los pies inevitablemente mojados. Gracias a las primeras paladas la temperatura corporal fue subiendo hasta alcanzar una sensación muy agradable. A partir de estos instantes pudimos disfrutar de uno de los amaneceres más bellos que hemos vivido a bordo de nuestras embarcaciones. Al plateado de la mar serena se unía un cielo dibujado con un pincel que daba muestras de todas las tonalidades grises que puedan existir, en el que cual si fuera una espada la luz temerosa de un sol invisible intentaba abrirse paso entre las nubes tan numerosas y compactas que parecían una.
En un marco tan bello la única figura que faltaba a esta estampa es la de un kayakero dando vida a su jig, con todos sus sentidos puestos a disposición de la primera picada del día.

Pero hoy, la masiva presencia de barcos profesionales faenando en unas condiciones bastante duras en las inmediaciones de la marca en la que queríamos pescar, había provocado la huída de los grandes depredadores a otros lugares. A pesar de ello estuvimos intentándolo durante hora y media, y viendo el pobre bagaje de picadas, sólo un seguimiento al jig, y después de probar distintos señuelos, a la voz del Maestro nos fondeamos en una zona en la que la sonda había desvelado bastante actividad.

A esta hora de la mañana, la suave corriente concomitante con la dirección Norte del viento de Fuerza 1, nos iba a permitir pescar a chambel sin demasiados problemas. Preparado el cebo, la primera bajada del mismo a la cota batimétrica en la que nos encontrábamos, 25 metros, iba a darnos sensaciones positivas en forma de picadas nada más llegar al fondo. Y tanto fue así que, después de unos ligeros toques al cebo, iba a seguir un arranque en dirección mar abierto que tuve que sujetar fuertemente y con cuidado para no sufrir cortes en mi ahora desnuda mano izquierda. La fuerza con la que la pieza tiraba denotaba su bravura y había que responder con mucho tiento para no perderla y ser capaz de alzarla poco a poco. Mientras Boinajj no perdía ni un detalle del momento, sabedor de lo que implicaba los tirones que la captura estaba dando. Sin prisas pero con pausa le ganaba distancia al pez, y al fin pude ver el hermoso color plata de una cabezona como ninguna. Dada la calidad de la captura no arriesgue lo más mínimo, y una vez junto a la embarcación, disfrutando de su bella librea, le pasé la mano por debajo de las agallas para subirla a bordo.

Afortunadamente el Maestro estuvo atento y, como si del mejor reportero gráfico de acción se tratase, fotografió una secuencia de la captura para que todos podáis disfrutarla.

Es mi primera dorada capturada desde el kayak, y en esta ocasión a chambel. No existe modalidad que permita disfrutar más del combate que presenta este tipo de espárido (Sparus auratus), que con una cola bastante potente, al sentirse prendidas de la línea inician una serie de cabezazos y carreras que la diferencian de cualquier otra captura. Una vez a bordo su coloración es de una belleza sólo superada por su áurea corona que la convierte en la reina de los mares. Un pez muy sensible a los cambios de temperatura, tanto es así que pueden llegar a morir si el cambio fuera grande y brusco. Gracias a las aportaciones de datos pesqueros de los grandes aficionados a la pesca de la dorada a surfcasting, sabemos que a partir del mes de Noviembre y hasta el mes de Abril las doradas se retiran a aguas más profundas cumpliendo con su ciclo de reproducción (de Noviembre a diciembre), condicionadas en parte por los cambios térmicos que en las aguas más superficiales provocan los fríos vientos dominantes en este período. Por ello irán en busca de aguas homotérmicas y las encontraran a partir de los 20 hasta los 50 metros de profundidad. Las condiciones de hoy, con una temperatura del agua en superficie de 15ºC, marcan precisamente el límite inferior en el que la dorada se encuentra… digamos a gusto. A 25 metros de profundidad la estabilidad térmica es mayor, y es probable que la temperatura sea algo más elevada, por lo que puede que hayamos dado con un lugar donde inverna esta especie.

La siguiente picada cumplía con las mismas características que la descrita anteriormente, y poco a poco fui trabajando la captura. Pero… lamentablemente se soltó a media agua.
Animados por lo acaecido seguimos pescando en el mismo lugar, pero el frío reinante iba congelando nuestras extremidades y las picadas cesaron bruscamente. Un par de pequeñas chopas conseguidas por el Maestro Boina pasaron a ser cebo en sendas cañas montadas para la pesca al vivo. La ventaja que ofrecen chopas, mojarras y raspallones es que una vez en el agua buscaran el fondo, y podremos seguir pescando a chambel sin preocuparnos de posibles enredos que con otro vivo sería inevitable, como cuando por ejemplo ponemos una caballa.
Boinajj, con una paciencia infinita consiguió capturar un par de sargos que superaban el medio kilo, pero el cambio de orientación del viento que pasó a ser del Oeste nos hizo rolar, y en esta nueva disposición iba a subir a bordo de mi embarcación dos buenos sargos, uno común y una mojarra, de casi 1kg cada uno devolviéndonos por unos segundos la esperanza de conseguir algo más.


Pero la realidad es que el viento que se esperaba a partir de las 16:00 se hizo notar, volviendo a rolar a dirección Sur, borneándonos de nuevo a otra posición. Incrédulo asistí por primera vez desde que comparto jornadas de pesca con Boinajj a un hecho insólito… el Maestro se estaba librando de las últimas conchas finas que tenía de cebo echándolas por la borda. Síntoma inequívoco de que el frío estaba pudiendo con su indumentaria y que teníamos que poner fin a una agónica jornada de pesca a la mayor brevedad posible. Sin embargo, el bote de la bobina que estaba en mi kayak, nos devolvió la alegría pudiendo subir a bordo la última captura del día, otro hermoso sargo común que rondaba el kilo.

Preparados nuestros aparejos de curricán iniciamos el regreso a la playa marcando el rumbo hacia una zona lubinera que no nos proporcionó ninguna picada, dando por finalizada la lucha contra el frío que habíamos padecido toda la jornada.
Tan sólo quedaba la pesada que nos dio un total de 6 kilos de peces, de los que destacar la dorada con 1,4kg, y limpiar el pescado.

Mientras recogíamos el material y asegurábamos los kayaks para el regreso a casa, saludamos a dos pescadores de surfcasting que iban a tentar a las lubinas con sus cañas. Resultan siempre interesantes los datos que los habituales del lugar nos pueden aportar con sus comentarios, y que confirman en parte las sospechas que ya teníamos como resultado de nuestras propias experiencias en la zona, como por ejemplo el tipo de capturas que se suelen dar y en qué época, cebos empleados, intervalos horarios de pesca, etc.
Una vez en el coche y con nuestros kayaks enjuagados mediante pistolas de agua a presión en la primera gasolinera que nos encontramos en nuestro camino, se iniciaba la ronda informativa telefónica que acabará convirtiéndose en un ritual que por hoy marca el final de nuestra fría aventura.

Arturo «Caballa», 8 de Enero de 2009