Jornada de pesca fondeada

Cuando la paciencia de la maestría en el arte de la pesca fondeada da paso al talento por el dominio de una técnica como el chambel, uno no puede más que maravillarse por el don que día tras día nos demuestra un señor en el mar y un caballero en tierra, que armado con un simple bobina y un anzuelo es capaz de izar a bordo de su kayak una de las más preciadas capturas que cualquier pescador gustaría llevarse a casa para deleitar a su familia.
Mi sed de aprendizaje y entendimiento sobre una técnica de pesca, efectiva cuando se controla, me ha llevado a compartir una jornada más de pesca fondeada con el Maestro del chambel, Boinajj.

A pesar de la mala climatología que nos acompaña este invierno por casi todas nuestras costas, el jueves 29 de Enero el viento nos iba a dar una tregua y había que aprovecharla. A las 10 de la mañana el viento del Norte de Fuerza 3 daba paso a rachas de Fuerza 4 con dirección Noroeste, que iría rolando a Poniente manteniéndose con Fuerza 3-2 el resto de la tarde. Sin embargo la deriva sería de Levante, y no pararía hasta las 5 de la tarde, dando lugar a lo que nuestro compañero Sir Owen’s denomina «aguas encontradas».

El mal tiempo del resto de la semana había dado lugar a la posibilidad de compartir algunas charlas con Luis y Sergio, excelentes pescasubs que no dudaron en dejarnos un par de marcas en las que habían visto «ambiente de pescado» que necesariamente había que comprobar. De la misma forma, en varias conversaciones mantenidas con Paco, pescador de competición que muy pronto se unirá a nuestras aventuras a bordo de un kayak, nos desvelaba unos cuantos secretos de la pesca fondeada que también tendríamos ocasión de poner en práctica.

Así que hoy, una vez más tuve que dejar la caña de jigging para no caer en la tentación de abandonar el fondeo e irme a aguas más profundas en busca de los grandes depredadores, y cogí una caña especialmente preparada para la pesca fondeada, fruto de una reparación de una de las primeras que utilizaba para el jigging y que acabó partiéndose en uno de los primeros combates que tuve la suerte de librar en el Rincón de la Victoria. Manteniendo 2/3 partes de la misma le añadí una anilla de puntero, y armada con el Ryobi Safari 5000 con trenzado de 0,30 y un intermedio de monofilamento de 50lb y un bajo de fluorocarbono de 0,35 terminado en un anzuelo 1/0 estaba preparado para dar la cara frente a la depurada técnica de chambel del Maestro Boinajj.

La distancia que nos separaba de la marca, saliendo de la playa de Calahonda, era de unos dos kilómetros. En el trayecto nuestras cañas de curricán montadas con trenzado del 0,18 y un bajo de fluorocarbono también del 0,35 paseaban nuestros señuelos con una gusarapa sujeta un metro por delante de los mismos intentando dar con las lubinas que por estas fechas deben moverse por estas aguas, pero no tuvimos la suerte de apreciar la más mínima picada. A medida que nos acercábamos a la primera marca mis impresiones me confirmaban que no estaríamos solos. Una embarcación ya ocupaba la zona a escasos 50 metros de la  posición que nos indicaba el GPS.

Una vez fondeados montamos la caña que habíamos utilizado para el curricán para pescar fondeados buscando las supuestas doradas que suelen darse en este lugar. Para ello utilizamos un montaje de plomo corrido de 40gr con una gameta de fluorocarbono de una braza terminada en un par de anzuelos del 1/0 especialmente montados para la navaja, presentada de la forma más natural posible y reforzada con hilo elástico para intentar mantenerla el máximo tiempo factible frente a la acción de la morralla.

A la vez, presentábamos otro cebo justo debajo de nuestros kayaks, la concha fina, el Maestro al chambel y yo con mi pequeña caña que he descrito anteriormente.

Después de hora y media en la que estuvimos alimentando a todos los pequeños peces del lugar, decidimos navegar otro kilómetro más frente al viento en busca de una marca que ya nos ha dado más de una alegría y que con deferencia hemos bautizado «Kayadoc». Había que asegurarse al menos algunas capturas porque la previsión para el resto de la semana no nos daría otra oportunidad, y en esta marca el Maestro Boinajj siempre había demostrado su eficacia.

De nuevo fondeados y en disposición de pescar, la primera picada nos daba algo de esperanza. Así una preciosa mojarra subía a bordo, mientras la atenta mirada del Maestro, con un rictus de seriedad, indicaba que había fallado su primera clavada.

Poco a poco las picadas fueron sucediéndose, y entre sargos y pargos empezaba a completar un buen pasador. La actividad era bárbara, pero siempre bajo el kayak, con la concha fina. La caña montada con plomo corrido especialmente para los grandes espáridos no daba ningún resultado, hoy la navaja no era el cebo apropiado.

Después de un par de horas, y coincidiendo con la pleamar y la ralentización de la deriva, las picadas cesaron. Era el momento de reponer fuerzas, pescar una hora más y poner rumbo a la playa. Pero en estos momentos en los que parece que los peces se han ido debemos prestar siempre especial atención a nuestros punteros o nuestras líneas de mano, porque a veces lo que realmente ocurre ahí abajo es que los grandes peces, a menudo depredadores, ahuyentan con su presencia a los que merodeaban en estas aguas.

Distraído con tanta acción a bordo, ordenando y organizando un poco el revuelo que tanta actividad había provocado a bordo de mi kayak, no pude ver la clavada línea en mano del Maestro… pero el incesante golpeteo de su bobina contra la cubierta del kayak me indicaba que se trataba sin duda de un buen ejemplar. Y así como quien no quiere la cosa, el Maestro iniciaba un pulso medido, con la justa fuerza como para no provocar una herida en sus curtidas manos, y no romper la tensión de la línea que unía la desesperación del pez en su huída y la parsimonia propia de un genio que ponía todo su talento al servicio de un arte, como resulta en sus manos la pesca al chambel.

Pasados unos minutos la brillante y plateada librea del lomo de un precioso dentón daba paso al blanco inmaculado de su panza, no sin antes entregar sus últimos coletazos a la mar en un agónico intento de escapar al salabre que con destreza manejaba el Maestro para finalmente disfrutar de la hermosura de un pez que siempre vende cara su derrota. Resulta admirable la forma en la que Boinajj trata a cualquiera de sus capturas una vez a bordo. Examinada con mimo, desanzuelada con celeridad y pericia, acaba depositada en la red bajo el agua y sujeta al kayak, junto a sus primeras capturas. Es el primer dentón que el Maestro ha capturado al chambel, su peso 1,350kg, quizás por ello esboza ahora una clara sonrisa enseñando a su vez su blanca dentadura mostrando su satisfacción en un día que no las tenía todas consigo.

La última media hora fue un auténtico desafío porque el entumecimiento de nuestras extremidades, debido en parte a las 6 horas que ya llevábamos sobre el kayak soportando el frío y el viento que en uno de los inviernos más duros que recordamos no nos ha dejado de castigar, convertía el anzuelado del cebo en un reto y no nos permitía reaccionar con prontitud a la picada fallando estrepitosamente todas las clavadas. Un intercambio de miradas bastó para acabar con la jornada de pesca fondeada, no obstante quedaba una vuelta en la que nunca se deja nada en el tintero. Por ello con nuestros señuelos en el agua, un último paseo de curricán, modificando a sabiendas el rumbo, nos acercaba a la zona de rompientes junto a las rocas que afloraban cerca de la orilla para tentar una vez más sin éxito a la loba de los mares.

Una vez en la playa nos quedaban la pesada de las capturas (8,6kg), las fotos para poder compartir con todos vosotros nuestra pesca y la limpieza de todos los peces.

Un fuerte cruce de manos y un buen abrazo celebraban el final feliz de una jornada que a estas horas es una nueva página de mi diario de a bordo.

Arturo «Caballa», 29 de Enero de 2009