La Txapela de Txubaskos

De todas las aportaciones que esta aventura llamada Peskama ha hecho a mi persona, me gustaría destacar sobre todas ellas la que, siendo sincera, dura para siempre… Estos lazos de confianza y afecto que nos unen con todos y cada uno de los colaboradores, que con una predisposición increíble y de forma totalmente desinteresada han contribuido, y contribuyen, a que este blog sea lo que hoy en día es, comparten un sentimiento de admiración no solo por la esencia misma del pescador, si no del hombre que siempre tiende su mano, firme, segura y con un respeto máximo al prójimo, a la mar y a la vida. Si a estos atributos le añadimos una sonrisa, estamos sin duda ante uno de los mejores pescadores a chambel que he conocido, y que de una forma muy especial nuestro colaborador en el País Vasco ha querido conmemorar con un símbolo propio de su tierra, un galardón propio de campeones, el “Txambeldun”.

Pero como todo trofeo de renombre e importancia, éste además de merecerse tiene que ganarse. Era pues el momento de plantear un duelo en su propio terreno al Maestro Boinajj, cada uno con sus medios, cada uno con sus armas, una línea de mano muy experimentada frente a una caña que cada día pesca mejor.

Existen unos fondos que el Maestro conoce como la palma de su mano y estos son los de Calahonda, un lugar de pesca que, vigilado desde los 10 metros de altura de la torre atalaya construida en el siglo XVI que le da nombre, está situado en la Cala de Mijas, en la provincia de Málaga.
Si cualquier salida de pesca debe prepararse de forma minuciosa y concienzuda para poder afrontar la jornada con todas las garantías de seguridad necesarias, imaginen lo que supone un desafío como el propuesto, ¡ganarle al Maestro en su feudo!

El equipo que había preparado para la ocasión estaba formado por dos cañas; una Shakespeare Ugly Stik Black Tiger de 2.10m, acción M (10-25lb), montada con carrete Daiwa Capricorn 4500J, línea madre trenzado de 0.18 y bajo de Fluorocarbono de 0.37 con un solo anzuelo Owner de 1/0, y la segunda otra Sheakespeare Ugly Sapphire de 2.10m de acción similar, montada también con carrete Daiwa Capricorn 4500J, línea madre trenzado de 0.18 y bajo de fluorocarbono de 0.30 con plomo corrido y terminado en anzuelo Owner de 2/0. Como veis la preparación del equipo es específica para la pesca fondeada, y en este caso el cebo que yo llevaba combinaba la concha fina y la navaja, mientras que el Maestro, con sus líneas de mano de nailon del 0,30 y anzuelo del 1/0 llevaba sólo sus preciadas conchas finas junto con dos bolsitas de este mismo cebo congeladas que servirían de engodo.

No dejando nada al azar, gracias a la ayuda del GPS fondeamos de forma rápida y precisa sobre la marca, que en su día bautizamos como “Kayadoc” recordando de esta forma los inicios de otros compañeros en estas artes de la mano del Maestro. Un proceso que por reiteración nos lleva cada vez menos tiempo, con gestos pausados y automatizados, del que siempre saca ventaja el Maestro que con una sonrisa larga su línea hacia las profundidades, un jardín de roca suelta y arena propio para los espáridos que con tanta “fortuna” tienta con su derecha.

Un vistazo a la sonda me confirma la profundidad, 22.5 metros, ideal para la pesca artesanal del Maestro. Al sensor de temperatura no se le puede hacer mucho caso, porque al estar el transductor instalado en el interior del casco falsea la lectura de este parámetro, pero en líneas generales hemos apreciado un ligero calentamiento del agua, que junto con el flojo levante de la mañana y un gran coeficiente de marea, creciente a esta hora, debería ser propicio para obtener buenas capturas.

La sonrisa del Maestro se ha convertido en un gesto serio, con la mirada oculta tras el ala de su gorro y clavada en la línea, tensada levemente mediante la subida de su mano, me transmite de forma inequívoca que ahí abajo hay peces…

La preparación de la caña con el plomo corrido para tentar a las doradas lleva su tiempo, y aunque toda la línea estuviese lista desde la noche anterior, el cebo requiere ser minucioso. Con todo dispuesto largo por estribor la Sapphire, dejo el pick-up del carrete abierto y me encargo de la caña que tendré en mano el resto de la jornada.

Con unos leves toques al cebo se inicia un ritual que se repetirá a lo largo del día, concentrado en el puntero los leves toques dan paso a una ligerísima tensión de la línea… ¡es el momento de clavar! ¡Zass! El continuo cabeceo del primer tramo de la Black Tiger denota el poderío de la pieza, confirmado una vez a bordo.

Un primer pargo (pagrus pagrus) al que seguirá un precioso ejemplar de sargo común, y otro…

Por su parte el Maestro consigue también sus primeras capturas, el ritmo es intenso, las picadas cada vez más francas, lo que nos lleva a consumir el primer kilo de cebo cada uno en apenas una hora. Llegado este momento decidimos largar el engodo para mantener el pesquero debajo de nuestros kayaks. Con las dos bolsas en la mano le digo al Maestro que no largue las dos, sólo una, el porqué tiene su razón en que muy pronto llegará el cambio de marea, y es muy probable que el borneo de nuestras embarcaciones nos desplace de la zona en la que estamos pescando y el engodo ya no nos sirva. Así que larga sólo una bolsa de rejilla, sin abrir, para que el olor mantenga el pescado en el fondo.

En uno de los lances de pesca, a babor de mi kayak, a unos 50 metros emerge una cabeza, su inconfundible pico, su caparazón y su lento desplazamiento por encima de la ola que una embarcación a motor ha provocado, deja entrever una hermosa tortuga boba (caretta caretta). Nada más avisar al Maestro, suelta directamente el cabo que nos une con la boya para animarme a palear en dirección a este magnífico ejemplar. Tras un ojeo en la dirección que estimo ha debido navegar damos de nuevo con ella, me acerco sigilosamente, con sumo cuidado para no golpearla y dañarla, bastante tienen con la flota palangrera de superficie que en España captura de forma no intencionada aproximadamente unos 20.000 ejemplares cada año coincidiendo con la pesca de los grandes pelágicos durante los meses de Julio y Agosto. Una lástima porque un 25% mueren directamente… pero en este caso, un ejemplar subadulto en perfecto estado está junto a mi kayak. Pero el temor al casco de mi embarcación hace que se sumerja antes de haber hecho una sola foto que hubiese compartido con todos vosotros.

Contentos con el avistamiento regresamos a nuestro fondeo justo en el momento en que empieza el cambio de marea, instantes en los que desaparecen las picadas. La corriente es ahora de poniente, y como parece que los peces se han tomado un descanso aprovechamos para comer algo y poner orden en nuestros kayaks. El recuento de las piezas capturadas me da una cierta ventaja, y el consumo moderado de mi cebo me confirma la posibilidad de superar al Maestro en su propio feudo… pero Boinajj tiene aún un as en la manga, le queda una bolsa de conchas finas congeladas que bajo ningún concepto piensa largar como engodo, ¡oh no!

Como la caña montada para las doradas no ha hecho más que dar de comer a la morralla, decido recogerla y dedicar las navajas que me quedan a intentar mantener la ventaja que aún tengo.

Pero el Maestro está decidido a ganar esta partida, en el coche le espera un trofeo digno de todo un campeón.

Con los últimos cebos y con una concentración máxima conseguimos clavar las últimas piezas, ya sólo nos queda recoger, preparar las cañas para el curricán que practicaremos durante el regreso y subir a bordo la percha de capturas que con toda seguridad frenaría el avance de nuestras embarcaciones.

La sorpresa llegaría al alcanzar la orilla, porque el primer recuento, sin contar las piezas que hemos soltado, da una ventaja de dos para el Maestro, que con una sonrisa de oreja a oreja se dispone a pesar ambas pesqueras. Una vez más Boinajj se ha superado, 5.4kg frente a 4.6kg.

Y ahora a limpiar el pescado, eso sí con el galardón en su cabeza…

Sin duda la Txapela le rinde honor, una línea de mano frente a una caña que cada día pesca mejor…

Arturo “Caballa”, Mayo 2009